Historia del Kefir, una mirada a un producto que brinda bienestar y salud.

La historia del Kefir se remonta muchos siglos atrás, cuando los pastores de las montañas del Cáucaso acarreaban leche almacenándola en recipientes de cuero (Odres) donde la leche se fermentaba generando una bebida con un sabor muy parecido a un yogurt agrio gaseoso.

El Kefir es una bebida láctea fermentada, originaria del Cáucaso, se dice que el origen de la palabra, proviene de la palabra turca KEIF que significa “sentirse bien”.

El Cáucaso es un Lugar ancestral, con una población conocida por su longevidad donde tradicionalmente se consume kefir, Los habitantes del Cáucaso, creen que su poder de longevidad con vitalidad juvenil, se debe a ingerir, desde la juventud leche de kéfir, unos granitos blancos, blandos, formados por distintas levaduras y bacilos y que definido científicamente está compuesto por: “bulgaricus”, “sacharomices” , “kephir” y “leuconostoc Caucasiano”, esto es el hongo unicelular del género Torula.

La base para obtener el kefir, es la leche cruda de diversas procedencias, entre las de oveja, cabra y vaca, sometida a la fermentación alcohólica acidular. En esta operación no solo se transforma el azúcar de la leche, si no también la albúmina y la caseína; se trata pues de una peptonización en cuyo se pierde cal y ácido fosfórico al propio tiempo que se produce una hidrólisis. Se forman además, diferentes sustancias, como ácido láctico y carbónico, mecánico y butírico y acético.

Elie Metchnikoff del Instituto Pasteur, ganador del premio Nobel en Biología, fue el primero en sugerir en 1908, que los Lactobacillus, podrían contrarrestar los efectos de la putrefacción en el metabolismo gastrointestinal. Él atribuyó la longevidad y saludable vida de la población de las montañas del Cáucaso al consumo de esta leche fermentada; el Kefir.

En los tiempos actuales, hay un gran interés e investigación en los probióticos y la salud; de las propiedades saludables de las leches fermentadas como el kefir.

Se cuenta que los habitantes de las tierras del Cáucaso conocen muy bien los efectos del Kefir. Y ya desde pequeños los niños beben el Kefir, llegando a una edad avanzada muchos hasta los 110 años. También se dice que es uno de los pocos lugares del planeta donde sus habitantes llegan a la longevidad en plena salud.

Los Musulmanes de la zona del Cáucaso, creían que el Kefir o como también se le llamaba “Los granos del Profeta Mahoma”, perdían todas sus virtudes si lo utilizaban gentes de diferentes religiones, incluso las crónicas hablan de que se castigaba con su muerte a quien revelase el secreto de la bebida a otras tribus o extranjeros, ya que era considerado un regalo (maná) directo de Alá.

Este producto es conocido desde tiempos remotos, en Europa las leches ácidas alcanzaron difusión a partir de los pueblos nómadas asiáticos, así como de los germánicos y nórdicos, grandes consumidores de productos lácteos.

Numerosas personas han comprobado en la práctica cómo su kefir crece sano en leche convencional directamente ordeñada, buscando siempre la mejor calidad posible y evitando con ello contaminaciones.

A partir de su cultivo en leche, en algún momento posterior se empezó a cultivar en agua azucarada.Pero son los pueblos del Cáucaso (Armenia, Georgia, Turquestán), los que han usado el kefir desde la antigüedad. Allí ha sido un alimento básico en la dieta, desde la más tierna infancia hasta la vejez de sus habitantes.

Ya en sus relatos, Marco Polo lo mencionó, pero hasta aproximadamente el siglo XIX, no se le prestó casi importancia, siendo utilizado en ese siglo terapéuticamente contra la tuberculosis en los sanatorios de la antigua URSS y otros países del este y norte de Europa.

En el siglo pasado el profesor Menkiv dedicó su vida al estudio del kefir. Según él, en las zonas donde se ha consumido desde siempre eran desconocidas enfermedades como el cáncer, la tuberculosis o los desarreglos intestinales, entre otras. Antes de la I Guerra Mundial, el alemán Doctor Drasek confirmó científicamente los maravillosos efectos del kefir. Posteriormente, el doctor Brunwic extendió su uso en los centros de terapias naturistas de centroeuropa. Fue muy efectivo en sanatorios de tuberculosis.

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